Edward Bryant
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Combustible auxiliar
Límite estructural 17.605 Ibs.
Combustible PWA Espec. 522 revisado.
"La sociedad sub-subterránea Henry Bliss fue aparentemente organizada en julio de 1976, en un sótano situado en algún lugar próximo a Wichita, Kansas.
El grupo tomó ese nombre en memoria del primer accidente automovilístico registrado por las estadísticas. El 13 de setiembre de 1899, Henry H. Bliss fue atropellado y aplastado por un automóvil al descender de un tranvía que circulaba en dirección sur, en la intersección del Central Park Oeste y la Calle 74 de la ciudad de Nueva York."
Grupos ecológicos radicales:
Encuesta e investigación.
Entonces aparece la azafata en la parte delantera del compartimento, vestida con su jumper rojo, blanco y azul, resplandeciente y bien alimentada, con aspecto ligeramente constipado. Su sonrisa ha sido fijada para siempre en su lugar en la escuela de la línea aérea. Dudo de que duerma con alguien: ¿A quién le gustaría darse vuelta y besar su rictus sardonicus?
—Buenas tardes, damas y caballeros, sean bienvenidos al vuelo 880 de United Flight, servicio Concord a Nueva York. Por favor, ruego que dirijan su atención a la máscara de oxígeno situada exactamente encima de sus asientos. Es muy improbable que la cabina se despresurice, pero en el caso de...
Esta mañana me ha ocurrido algo muy extraño en el restaurante Denver Drumstick, en East Colfax. Llego justo antes de las once, límite tras el cual ya no se pueden pedir los dos huevos, tostadas y el pastel horneado que constituyen el desayuno especial por 69 centavos, y me recorrí el circuito Naugahyde hasta el mostrador.
—Bien —le digo a la camarera, que ahora que lo pienso tiene un misterioso parecido (¿genético? ¿ambiental?) con la agradable chica que está en la parte delantera del compartimento explicándonos por qué no podemos fumar con la máscara de oxígeno puesta en caso de descompresión por explosión. De todos modos, le digo a la chica del Denver Drumstick—: Déme el desayuno especial.
Y automáticamente me pregunta si quiero café y yo, por supuesto, le digo que sí. Me trae el café y veo que la crema está cortada. De todos modos bebo las pequeñas motitas blancas porque no quiero hacer problemas ni llamar la atención.
Entonces entra al Drumstick un tipo que carga una enorme bolsa de arpillera (parecida a ésas en las que se envasa el maíz o la cebada) sobre el hombro. Se sienta a mi lado y arroja la bolsa sobre el mostrador. Yo protejo mi taza de café con la mano para que no le caiga el polvillo de la avena... ya es suficiente que la crema esté cortada. Del otro lado de la bolsa se cae del mostrador el pollo frito de un tipo, dejando en el piso un Rorschach grasoso. Pero el tipo es solamente un pequeño de Ceylán con turbante que está haciendo uno de esos tours de Descubra América, y de todos modos, ¿a quién le importa?
El tipo abre la bolsa y de ella salen rodando tres niñitos.
—Mis hijos —dice—. Sírvales Coca, a los tres.
Los chicos miran alrededor de sí con expresión vacía y la baba de los autistas cae por los tres mentones.
No espero mis huevos y mi pastel, me levanto y me voy. Cuando estoy a media cuadra del restaurante me doy cuenta de que he dejado huellas digitales en la cuchara y en el asa de la taza. Mierda, me arriesgaré, así que no regreso.
—También quiero hacerles notar las dos puertas de emergencia, situadas a ambos lados del avión, por encima de las alas y en el fondo.
Miro a través de la ventanilla de la puerta de emergencia de mi lado, por encima del ala, y me pregunto qué sucedería si inyectaran diecisiete mil seiscientas seis libras. Nunca se sabe.
Hay una fila de aviones esperando turno para despegar y nosotros nos detenemos frente a la pista de carreteo. Saco el viejo recorte de mi billetera. En los pliegues está desteñido y quebrado. Es del Rocky Mountain News, de hace varios años.
El ex-estudiante de CSU Cameron Davis, 27, es buscado en conexión con el atentado, acaecido en enero de 1969, contra tres torres de transmisión de la Public Service Co. en el área de Denver. Davis, que figura en la lista de "Los diez más buscados" del FBI, ha sido objeto de una intensiva búsqueda por parte del FBI.
Se cree que está fuera del país. La acusación contra Davis, que dinamitó las torres, se fundamenta en la Ley de Sabotaje de 1918, a partir de la cual se considera delito federal alterar o dañar cualquier instalación clasificada como "necesaria para la defensa de la nación". El FBI informó que, debido a la explosión que dejó fuera de servicio a la torre de la Public Service Co. situada en la intersección de las calles 10 y Ulysses, en Golden, se interrumpió la producción de materiales bélicos de la planta de Porcelanas Coors.
Tuve tiempo de releer el recorte varios cientos de veces durante los cuarenta minutos que esperamos ante la pista de carreteo.
Es muy sencillo engañar a los detectores de metal.
¡El hombre que hizo volar las torres de energía! Cameron Davis, eres un condenado y genuino héroe del folklore. Y algún día serás un mito. A la mierda con Emmett Grogan. Cameron Davis, tú sigues con vida.
Me gustaría entender esa firma marcada en el ala, debajo de mi ventanilla.
Mi socio la ligó anoche en el Bar Giratorio Crazy Horse, en Denver. Krista Puffin (promocionada como la muchacha del 88 alemán), está encima de la mesa giratoria haciendo su número, girando alrededor de 150 rpm con fuerza centrífuga. Arthur grita algo así como “el acuerdo de defensa Borden" y le salta encima. Justo en el interior del tan promocionado “Radio de éxtasis" se escucha un ¡KA-PLAFF! de carne golpeada contra el cráneo y Arthur sale volando de costado y aterriza sobre la cabeza. Conmoción, creo. Me largo antes de que llegue la ambulancia. Un golpe deliberado... ¿CIA? ¿FBI? ¿OSS? Tal vez sólo un accidente, no lo sé. Tal vez todo tiene que ver con el estroncio 90. Arthur se graduó en física en Berkeley antes de hacerse subterráneo.
(¡Uf! Pesados como patada en el culo estos motores de la SST. Y ya puedo ver cómo el aeropuerto de Stapleton se achica en la distancia en cuanto despegamos y nos dirigimos hacia la Ciudad de la Diversión.)
El plástico y el ácido fluórico se fusionan. Uno puede hacerlo hasta con el Equipo de Química Gilbert.
Otra azafata sale de su cubículo diciendo:
—Hay una falla en el sistema eléctrico, así que a pesar de la señal, no se aflojen aún los cinturones de seguridad.
Esta tiene aspecto más agradable, con sus ojos verdes y sus rasgos orientales. Fantaseo con la imagen de nosotros desnudos en una cabina telefónica. Ella me cubre el cuerpo con pasta dentífrica Gleem y después me cepilla todo. Se me pone piel de gallina.
—¿Le gustarla tomar algo, señor?
—Seven Up —digo. Al menos puedo mover la lengua.
Nubes por debajo, y ganamos altura. Pienso en todos los desechos supersónicos cayendo como un vómito con el efecto invernáculo y casi me da un ataque. ECOLOGÍA ES REVOLUCIÓN dice el cartelito fluorescente pegado en la luneta de mi VW, en Colorado. ¿O dice REVOLUCIÓN ES ECOLOGÍA? Bueno, una de dos.
El reloj pulsera Agnew dice (en voz alta), tal vez otro minuto. El tiempo de fusión es aproximado.
Leo otra vez mi recorte.
¿Dónde está mi Seven Up?
¿Y por qué no usar el recorte como señalador... como una dirección hacia el futuro? Ahí va. Mi libro, tan cuidadosamente destripado, era justo del tamaño adecuado.
Algún crítico de 1969 llamó a La bomba de población, el libro de ecología de Erlich, "un texto explosivo".
Oh, tendría que verlo ahora.
FIN
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